Bunker: Las apariencias engañan (para bien)

Por El Erudito del Sangui y enviados especiales

Tafí Viejo. Originariamente villa veraniega, Tafí Viejo supo ser una de los poblados más florecientes de la provincia gracias a la apertura, allá por 1910, de uno de los talleres ferroviarios más importantes del país. Emplazada al pie del cerro Taficillo, la ciudad alcanzó extraordinarios niveles de crecimiento empujada por los cientos de trabajadores que arribaban al lugar en busca de un empleo. Fue así que numerosas instituciones sociales, culturales y comerciales abrieron sus puertas para satisfacer las crecientes demandas de sus habitantes.

"Me acuerdo que existían numerosas fondas que, entre otras comidas, preparaban sánguches de milanesa. Realmente no recuerdo un local exclusivo de sánguches, pero sí que comíamos milangas", rememoró con nostalgia Marcelo, habitante de Tafí durante su infancia y adolescencia. Es que si bien la ciudad adquirió una idiosincracia propia y fuertemente arraigada entre sus pobladores, los apenas 14 kilómetros de vías que la separan de San Miguel de Tucumán hicieron posible que, al igual que el coche motor, el culto sanguchero llegue a la estación taficeña.

"A simple vista no se ven sangucherías como las del centro o las de Yerba Buena. Pero acá en la (avenida) Alem en todos los bares sirven sánguches", explicó un taxista capitalino que a menudo hace viajes a Tafí Viejo. Recorrer en auto la principal arteria no lleva más de dos o tres minutos y, tal cual nos explicó el tachero, existen varios bares, pero no locales ciento por ciento sangucheros. "La verdad me llama la atención. Si uno con guita abre una sanguchería se llena de plata", esbozó un tanto en broma y otro tanto en serio un crítico del sánguche.

A ritmo lento y observando de punta a punta todos los locales de la avenida Alem no conseguimos dar con el objetivo. "No hay caso che, no hay ni una sola sanguchería", protestó el crítico mas resongón de todos. "Ésta tiene pinta pero está cerrada", agregó en referencia a un local que tenía algunos rasgos característicos de un local sanguchero. Fue así que, siguiendo los recuerdos borrosos de algunas noches en Lancaster, decidimos dirigirnos en dirección hacia el local bailable más famoso de la provincia. "Por ahí hay algo, estoy casi seguro. Una vez, a la salida del boliche me dejaron a gamba y me tuve que ir caminando por esa calle (en referncia a la Perú Sud) a tomarme el 130", recordó con mucho esfuerzo el crítico protestón.

La memoria no falló. A escasas cuadras apareció un modesto local con un cartelito al borde de la calle que alertaba sobre la presencia de sánguches. La estructura no era para nada descomunal pero la justa y necesaria como para disfrutar de la delicia tucumana. Alrededor de cinco mesas afuera, otras tantas adentro y una cocina tras una barra le daban forma al lugar. A la derecha, reposadas sobre una pared, dos heladeras cargadas con una gran variedad de bebidas invitaban a beber algo. "Al no estar patrocinada por ninguna marca de gaseosa de capitales extranjeros la oferta de bebidas de ésta sanguchería es muy amplia", analizó rápidamente el sabio en hamburguesas.

Respecto a la propuesta gastronómica, Bunker va más allá de los sánguches. Pese a contar entre sus filas con los infaltables sangui de milanesa, lomito y hamburguesa, la moza no dudó en ofrecer pizzas y empanadas que, amablemente, fueron rechazadas. Una vez hecho el pedido y puesto sobre nuestra mesa un experto lanzó un vaticinio contundente, "esta hamburguesa tiene toda la pinta, estoy seguro que es de buen nivel". Y así fue. Casera y de gran tamaño fue la que alcanzó el mayor puntaje. Por su parte, el resto de los emparedados satisfizo los estómagos de los restantes versados en la materia.

Tanto el pan, los aderezos como la verdura mostraron un nivel más que aceptable. Pero lo que sorprendió gratamente fueron los agregados de la versión super, y al mismo tiempo, la cantidad de bebidas para elegir. "Nunca ví que haya Coca y Pepsi en un mismo lugar. Encima hay hasta Levité", comentó asombrado uno de los analistas. Se puede decir que Bunker no entra por los ojos. El modesto local no tiene directa relación con la calidad del producto. No son sánguches memorables ni transgresores, pero quien pase por allí a menudo deberá probarlo. Siempre y cuando no lo hayan hecho todavía.

Sánguche de lomito

Puntuación: 6.5

Apenas nos sentamos parecía que ibamos a irnos poco satisfechos con los sánguches del lugar, sin embargo ocurrió todo lo contrario. Si bien el lomito no es la gran maravilla, se adapta perfectamente al buen gusto. El pan es bueno, los aderezos también y la verdura es quizás lo más flojo (para mi gusto sólo la lechuga, ya que el tomate era bueno). En cuanto a los agregados sin dudas le daban un buen toque al sangui. La carne un poco escasa pero rica, aunque a mi gusto personal demasiado cocida. Si se dan una vuelta por Tafí anímense a Bunker. Por San Guchazo

Hamburguesa

Puntuación: 7,5

En un local casi olvidado (por suerte olvidado por las corporaciones) tuve la dicha de comer una hamburguesa como las de antaño. Bien condimentada, con buena cantidad y calidad de carne en un pan digno. Aderezos buenos y un sabroso queso cuartirolo (sólo lo aconsejo en hamburguesa) que sumados daban una muy buena hamburguesa casera. Por Amante de la Comida 53

Sánguche de milanesa

Puntuación: 6,5

No es que suela llevarme de las primeras impresiones, pero confieso que pensaba un producto de peor calidad. Es decir, imaginaba una milanesa comunacha que pasaría ráídamente al cajón del olvido. Sin embargo me tope con un buen sánguche, compuesto por aderezos sabrosos, pan rico y un sabor particular del producto esencial, es decir, la milanesa. Según mi criterio algo escasa de carne. Por El Erudito del Sangui