La Milanesa: Una familia al servicio de la producción casera de sánguches

Por El erudito del sangüi

La inconfundible imagen que envolvía a todos y cada uno de los que solían comer en El Gordo Mario, permanece intacta en el rincón preferido de los recuerdos. El incansable ir y venir de Lupín, las chaquetillas celestes y la vocación familiar por elaborar sánguches forman parte de una marca registrada única en el circuito sanguchero tucumano.

En avenida República del Líbano al 1600, en el extremo norte de la ciudad, los recuerdos de los que más sufrieron la pérdida del lomito salteño del Gordo abandonan por unos segundos el encierro. Salvando las enormes diferencias, en La Milanesa, el espectáculo que se brinda adquiere algunos ribetes del que se ofrecía en el pasaje Miguel Cané primero, y en la calle Benjamín Matienzo, después.


El salón es pequeño, y una barra que atraviesa de punta a punta la estructura divide la cocina del espacio destinado a los clientes. Del otro lado, cerca del calor de las planchas, un hombre prolijamente vestido y una señora de iguales atributos, preparan los pedidos que su hija les acerca. Las chaquetillas celestes, la distribución de los roles en la producción y la clara relación padres e hijo evocan, casi obligadamente, el recuerdo del Gordo Mario.


“Sin tener en cuenta a los sánguches, se notan características muy parecidas al Gordo Mario”, dispara Gonzalo mientras enciende un cigarrillo. “Hasta la barra tiene gran parecido”, agrega el hombre que degusta hamburguesas. Sentado en una de las mesas de la vereda, el crítico suplente observa con atención la escena que brinda este pintoresco grupo familiar para luego afirmar: “Se nota que es un lugar con fuerte injerencia en la zona” A decir verdad, su mirada no es ajena a la realidad. En la Milanesa no se vende cerveza, no hay baños para los clientes y la gran mayoría de los que se acercan, encargan los sánguches para llevar.

Basados en una oferta simple y concisa, la esencia que se respira en el local es netamente sanguchera. Milanesas, lomitos y hamburguesas caseras son las opciones justas y necesarias para tentar a quienes viven por allí. “Es cierto que la oferta es escueta, pero celebro que apuesten a los sánguches únicamente, y en especial a los tradicionales”, asevera Julio mientras espera que la joven acerque los pedidos a la mesa.

La bebida -de la línea Pepsi- puede ser ordenada en envases mayores al de vidrio de 1,25 litros. A diferencia de muchos locales que sólo trabajan con la menor medida, en La Milanesa es posible disfrutar de 1,5 ó 2 litros de una sola vez. Sin embargo, la ausencia de cervezas (fundamental para algunos comensales) constituye un punto en contra. Y si de ausencias se trata, es justo destacar la falta de papas fritas, que aunque no sean parte de la dieta tradicional, son requeridas con bastante frecuencia por los clientes.

Quienes vivan por la zona, seguramente ya conocerán de qué se trata. En pocas palabras: una sanguchería familiar, con un proceso de elaboración más bien artesanal que deposita sus energías en la producción de los tres sánguches mas característicos, es decir, la mila, el lomito y la hamburguesa.

Sánguche de lomito
Puntuación: 6

En breve la crítica especializada

Hamburguesa
Puntuación: 7

Hamburguesa, fiel exponente de una cultura sanguchera de antaño, bien casera, bien condimentada, buena cantidad de carne, pan a la medida. hamburguesa de la casa, como tiene que ser, muy recomendable. Por Amante de la comida 53

Sánguche de milanesa
Puntuación: 7

De tamaño bueno y de igual sabor. A quienes les guste la milanesa condimentada, encontrarán en este local una buen lugar para sus gustos. El pan, tostado en el punto justo, es quizás lo más destacado del producto. Los aderezos se adaptan bien y la verdura, que si bien es de buena calidad, podría ser mejor. Quizás, un grosor mayor de la mila sería ideal. De todas maneras, nos encontramos frente a un sánguche que, por lo menos, merece la pena ser probado. Por El erudito del sangüi